domingo, 2 de mayo de 2010

Aleyda, Johanny y Barahona. Comenzamos ruta.

Sí, casi un mes después, retomo la historia, que se me antoja a la vez tan cercana y tan lejana... Antes de seguir hablando de otras dos personas que nos dejaron huella, tengo que decir que en la lista de cosas que pudimos comprar, no incluí tres cámaras de fotos digitales. Sí. Fue una petición específica. Querían que cada campamento contara con una para poder ilustrar el día a día en uno de ellos. De los siete campamentos que gestionan los Jesuitas, el dinero nos dio, después de mucho regatear, para tres cámaras, mucho más que decentes. Seguro que las están dando provecho.

También me gustaría que sepáis que ya está repartido todo el material escolar que compramos. Absolutamente todo. Ya no queda nada y todavía hay tanta necesidad. Me cuenta Iñaki que hablando con Johanny hace un par de días, comentaba que las donaciones han disminuido el ritmo y que pasar ayuda al otro lado de la frontera, cada vez es más complicado. Los camiones que antes pasaban con relativa facilidad, cada vez tienen más pegas para entrar y descargar en Puerto Príncipe. Pero a pesar de las dificultades, siguen con su labor.

Johanny es hoy por hoy, la responsable de toda la organización de los envíos a Puerto Príncipe. Mujer valiente y decidida, que al día siguiente del temblor cogió un coche y se plantó en Puerto Príncipe, para ver con sus propios ojos que los colegios de la fundación para la que trabajaba seguían en pie, lleva bajo sus espaldas y con la ayuda de otra mujer de caracter, Aleyda, la organización de todo el acopio, transporte, y entrega del material que sale desde la capital. Siempre sonriente y aparentemente tranquila, no la cabe el corazón en el pecho. Puso a nuestra disposición todo lo que estaba en sus manos y lo que no estaba también.
Aleyda, que trabaja codo con codo con ella, es también una mujer valiente, con su pequeña Aleysa siempre presente, luchando por tener una buena vida para ella y su niña, con buenos amigos y dispuesta a darlo todo por todos.

Fue con ellas dos con las que pusimos rumbo a Puerto Príncipe. La primera parada de ese largo viaje, la hicimos en Barahona. Allí conocimos al resto del equipo, encargados de un almacén intermedio donde preparaban los camiones para cruzar la frontera. En el almacén, toneladas de agua, kits de higiene, kits de cocina, habichuelas y toda suerte de comida. La gente que allí nos encontramos, siempre dispuesta, siempre con la sonrisa y al ritmo que todavía nos cuesta... ese ritmo que con los días se hace tuyo y te hace pensar en lo deprisa que malvivimos en Europa, en lo eficaces que podemos llegar a ser, y en lo mucho que nos cuesta disfrutar de las pequeñas cosas, del momento.

Hasta que ese momento de parón no llega, y tu cuerpo se adecua al sitio donde se encuentra, te llega a molestar de veras, lo que desde tu mente europea, ves como desorganización, ineficacia, falta de "salero". Más de una vez, cogeríamos la batuta de la orquesta y pondríamos "orden" a nuestra manera.. se nos ocurren miles de ideas, una tras otra. Las comentamos incluso.

Pero poco a poco, vas viendo las cosas no solo desde tu perspectiva de recién llegado, sino desde el otro lado, y vas aprendiendo de las dificultades a las que se enfrentan día a día estas dos mujeres y como, a pesar de todo, las cosas llegan. Y cómo se lo toman con aparente tranquilidad y alegría, cuando por dentro ellas mismas lo harían de otra manera. Pero es mejor así. Te miran y te dicen que no merece la pena pensar en que un día han estado hasta las cuatro de la mañana haciendo papeles para un envío urgente y una semana después no ha sido entregado. Prefieren sonreir, y seguir trabajando para que llegue el máximo posible, a la mayor cantidad de gente, en el menor tiempo posible.
Johanny entiende que es importante y lucha por estar en Puerto Príncipe para detectar en persona las necesidades, que a veces se diluyen por el camino. Aleyda nos acompaña en su primera salida desde el temblor para lo mismo.

En Barahona aprovechan todos que llegamos y nos vamos a la playa del Quemaíto a comer cabrito y a disfrutar del océano. Ponernos en marcha nos cuestan un par de horas, o quizá más, pero la experiencia merece la pena y hace que en mi cabeza se produzca el CLICK del cambio, me relaje y disfrute.

Se hace de noche sobre la nuestras cabezas y reímos y comemos alrededor del fuego para seguir camino a la mañana siguiente temprano, destino Puerto Príncipe.

miércoles, 7 de abril de 2010

PERSONAS: Pascual y Reynaldo




PASCUAL REYNALDO

Quizá, corrijo, sin duda, lo más impresionante de este viaje, ha sido la calidad HUMANA como ya he dicho antes, que hemos encontrado en la gente que hemos tenido la suerte de cruzarnos por el camino.
A Pascual lo conocí poco después de llegar con Medina e Iñaki con todo el cargamento que habíamos comprado al Centro Bonó. Siempre sonriente, siempre dispuesto, nunca una mala cara o una queja, incluso después de oir (por equivocación) que los dos días de descanso, después de casi un mes sin parar, no los iba a poder disfrutar.
Cuarenta y seis años, cinco nietecillos viviendo con él, su mujer y varios de sus hijos, además de una hermana inválida a la que también cuida. Todos bajo un mismo techo, muy humilde, pero siempre con comida de más "por si viene alguien con Pascual que quiera quedarse a comer". Con un pescadito rico, arroz o lo que haya. Nos cuenta, después de varios días con él de camino desde Santo Domingo a Puerto Príncipe, que su esposa está estudiando en la universidad. Y ella, cuando le caemos de sorpresa (y tiene esa comida por si acaso viene alguien sobre la mesa esperándonos) nos lo confirma sonriente y orgullosa. Ya ha cursado cuatro semestres de magisterio.

Pascual, al día siguiente de la tragedia, se presentó en el Centro Bonó, a preguntar qué había que hacer. Y fue él uno de esas personas que entraron y salieron del país a diario, cargados de todo tipo de cosas y repartieron, desde el primer día y hasta "antes de ayer", lo que llevaban en él. Ahora, con un contrato. Durante el primer mes, porque sus vecinos y hermanos lo necesitaban. De balde. Sin una queja, con la sonrisa puesta, porque hacía falta.

En el camino, todos le saludan, como a Reynaldo, al que conoceremos más tarde, que va haciendo de Robin Hood moderno por el camino, parando aquí y allá, donde esa gente que ha ido conociendo en sus idas y venidas a Puerto Príncipe y repartiendo sonrisas a modo de leche para niños, arroz o agua.

Dos personas muy diferentes, pero a la vez muy iguales, por su capacidad de disfrutar en cualquier situación, por su humildad, por su saber estar, por su cercanía y sobre todo por tener un corazón que no les cabe en el cuerpo.

martes, 30 de marzo de 2010

Engranaje del puzzle (2)


Paramos un momento a comer. A la vuelta, Medina se ofreció a llevarnos a recoger los cuadernos a Indusing y el material que le compramos hasta el centro Bonó.

Pusimos rumbo a la fábrica de cuadernos y allí, de nuevo, nos esperaban con los brazos abiertos. Una vez recogidos los cuadernos, fuimos por toda la ciudad en su pick up cargados hasta arriba con todo:

  • 1008 cuadernos (7 gruesas) + 24 cuadernos de estraperlo que metió el cargador al enterarse de que eran para Haití (!! información que recibimos de Medina a posteriori)

  • 1000 lápices

  • 3500 lápices de colores

  • 900 gomas

  • 1000 sacapuntas

  • 90 barras de pegamento

  • 36 rollos de cello

  • 1000 rollos de papel pinocho

  • 3200 folios de papel construcción (tipo cartulina rústica)

  • 1000 bolis

  • 250 mochilas (no fuimos capaces de encontrar más)

  • 232 cajas de plastilina de colores

  • 250 tijeras

  • Cartulinas y folios blancos




Total, todo el dinero, y un poco más, convertido en material escolar para los chavales de Haití. Multiplicado, como los panes y los peces, gracias a la gente tan espectacular que se nos cruzó en el camino.

Pero esto solo fue el comienzo...

Engranaje del puzzle (1)

Supongo que los que nos conocéis más sabéis que, siempre que viajamos, parece que tenemos una estrella que viaja con nosotros y nos pone en el camino gente especial y situaciones especiales. Este viaje no iba a ser la excepción y como en un puzzle, las piezas han ido encajando una a una, cada una cumpliendo su misión sin saber de la misión de la pieza de al lado.

Anabel, amiga de Iñaki, recorrió con él una noche la zona donde se encuentran las editoriales, preguntando en cada una la manera de contactar y el nombre del responsable.

Pedro, encargado de una de ellas, se ofreció a ir a la Editorial Susaeta al día siguiente porque creía que tenían mochilas.

En Susaeta, Aquilino, leonés, casualmente anterior presidente de Fe y Alegría (la institución que se hace cargo del material escolar) y su hijo Carlos, actual secretario, al enterarse para qué era el material, no sólo nos hicieron precio costo, sino que nos regalaron un montón de cartulinas, folios, pintura de dedo, lápices de colores y otro material. Además, contactaron con la fábrica de cuadernos Indusnig, su proveedor habitual, y mientras nos ofrecían un rico café, negociaron el precio de los cuadernos como si fuera para ellos, o más duramente, diría yo, para que sólo tuviéramos que ir a recogerlos y no preocuparnos por eso. Y por si fuera poco, llamaron a un distribuidor de papelería, Medina, le contaron para qué era el material y nos mandaron para allá, llevándonos en su coche

La suerte nos sonreía. Llegamos a la librería Medina y allí entretuvimos a su dueño, Medina, durante casi cuatro horas haciendo números, poniendo material, quitando, añadiendo sacapuntas, gomas, buscando en el almacén… hasta cuadrar todo, dejarlo embalado y darnos cuenta de que eran las 4 de la tarde y no habíamos comido (ni él, ni nosotros).

Recaudación y acopio

Nos pusimos manos a la obra. Tenemos la suerte de estar rodeados de gente siempre dispuesta a aportar su granito de arena en lo que haga falta y el boca a boca en estos casos funciona muy bien. Además, nuestros amigos Incógnitos, decidieron organizar una velada por Haití junto con Entreculturas Burgos, representando el cuenta cuentos "Yo soy tu lobo" para dar paso a Ale y Mario en un recital de guitarra portuguesa.

Recaudamos un total de 2800 euros gracias a amigos, familiares, compañeros y clientes. Después de mirar cotizaciones de tiendas de campaña de todos los tamaños y estudiar la posibilidad de envío desde varios países hasta República Dominicana, decidimos que no merecía la pena, por tener el Centro Bonó posibilidad de comprarlas a mejor precio.

Las lonas eran otra cosa. 25 lonas de 24 m2 sumaban los 90 kgs de equipaje que podíamos facturar entre Iñaki y yo. Y comprarlas fue el comienzo de una lección de HUMANIDAD que duró durante todo el viaje. En toldos El Rumbo nos encontramos con precio de costo, facilidades para empaquetarlas conforme a las medidas, interés por el problema y ganas de colaborar. Total, 900 euros de los recaudados, gastados para que 25 familias cambien las sabanitas que hacen de pared permeable por un techo impermeable con el que estar tranquilos durante las tormentas torrenciales que azotan la ciudad. (Gracias, Nicolas, por embalar y desembalar tantas veces).

El resto, lo íbamos a traducir en material escolar una vez en Santo Domingo, según indicaciones de Sonia.

Preparativos - El Centro Bonó

Ante todo lo que oíamos antes de ir empezar el viaje, la opción de no entrar en Haití, se me antojaba más que sensata. Secuestros, inseguridad, robos, desesperación eran (si no siguen siendo) las palabras más utilizadas en los medios de comunicación sobre Puerto Príncipe.

Acompañar la mercancía comprada hasta Jimaní, pueblo fronterizo, era una opción intermedia para asegurarnos de que la aportación monetaria convertida en especie llegaba a su destino final. Además, personalmente, no sabía si estaba preparada para enfrentarme cara a cara con la tragedia. El día a día del viaje iba a hacerme cambiar de opinión.

Después de la tragedia, la idea de cambiar el viaje mochilero por aportar un granito de arena al pueblo Haitiano, iba tomando forma. Gracias a Raquel, conseguimos un correo electrónico de República Dominicana, que iba a ser el comienzo de hacer la idea realidad.


Durante semanas antes de empezar el viaje, intercambiamos correos directamente con Nancy y Sonia, responsables junto con Mario Serrano, desaparecido de la red por sus continuos viajes y mil responsabilidades, del Centro Bonó, un lugar de encuentro gestionado por los Jesuitas que aglutina asociaciones de corte social, así como el Servicio Jesuita a los refugiados y migrantes (SJRyM), que ante la tragedia y la gran reputación que cuenta en el país, se había alzado como el centro de acopio de las donaciones realizadas por los Dominicanos, no sólo las de empresarios, sino las de particulares.

Desde el primer minuto, el trato fue muy cercano. Fueron ellas las que nos orientaron sobre las necesidades reales de Puerto Príncipe en ese momento. Habían llegado las lluvias a la capital y todavía había mucha gente que no tenía tiendas de campañas ni lonas impermeables con las que protegerse. Todavía quedaban familias viviendo bajo improvisadas cabañas hechas con palos y sábanitas a modo de paredes. Además, era hora de empezar la escuela, con los niños de preescolar primero y en abril, con el resto.


lunes, 29 de marzo de 2010

Lo que pretendemos con este blog


Aunque lo ideal hubiera sido poder escribir según nos pasaron las cosas en el viaje, esta vez no pudo ser. Por la conexión, por el ritmo, por todo.


Así que valga este blog para recoger impresiones, tareas ejecutadas, y como "acuse de recibo" para toda la gente que habéis colaborado y que estáis con la duda de si el dinero llega o no llega a donde se necesita.


Esperamos que os sirva.